La angustia de Mercado

OPINION

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Un colega, hace ya algunos años, comentó el cambio que significó para un paciente modificar la perspectiva desde la que pensó, durante mucho tiempo y en un análisis previo, sobre una intervención quirúrgica que había sufrido a sus 7 años. En ese análisis anterior, su terapeuta se había centrado en los efectos traumáticos de la operación y de la terapia intensiva. Sin embargo, lo más significativo sucedió cuando aquel segundo analista comenzó a describirle el estado anímico y orgánico previo a la intervención. Esto no suponía desestimar el carácter perturbador de la cirugía, pero sí matizarlo a partir de construir una secuencia en la que, inicialmente, había un padecimiento mayor.

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La periodista Silvia Mercado preguntó al Presidente de la Nación, Alberto Fernández, si tenía en cuenta las consecuencias psicológicas de la cuarentena, la angustia que provoca en los ciudadanos. Fernández respondió que le llamaba la atención la recurrencia con la que muchos periodistas se refieren a la angustia de la cuarentena y, luego de subrayar que lo angustiante es enfermarse y que el Estado desampare, les pidió que dejen de angustiar a la población.

Llamativamente, muchos de mis colegas psicoanalistas salieron con urgencia a cuestionar los dichos del mandatario pues, presuntamente, habría “negado” la angustia, cual si hubiera pretendido eliminarla por decreto.

Hace poco más de un mes, en este mismo portal (1) me referí a las retóricas de la pandemia, y destaqué dos expresiones de Alberto Fernández: por un lado, cuando advirtió que “los resultados no están garantizados”; por otro lado, su apelación a que los ciudadanos “no somos víctimas”. También señalé que no estaba seguro cuántos ciudadanos estaban dispuestos a asumir y admitir ambas condiciones, al tiempo que, a mi juicio, debíamos celebrar que un Presidente de la Nación no contribuya a construir ficciones ni pronuncie promesas cuya falsedad, en esta hora, tendrían severas consecuencias.

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La reacción hostil hacia los dichos de Alberto Fernández, reacción que no solo tuvieron unos cuantos psicoanalistas, revela cuanto menos un alto grado de incomprensión y hasta desconocimiento de sus propias palabras. Por si acaso, hagamos un breve repaso: lo primero que afirmó Fernández fue que la “angustia” efectivamente no era una cuestión política (es decir, no negó su existencia). Asimismo, en numerosas ocasiones él mismo expresó su empatía por la carga de todo tipo que debemos sobrellevar todos los argentinos. En tercer lugar, el Estado, desde el primer día ha diseñado un conjunto de medidas destinadas a paliar, y es cierto que solo en parte, los efectos económicos de la cuarentena (desde asignaciones presupuestarias a los más vulnerables, hasta aportes a las empresas para el pago de la mitad de los salarios, entre otras). No olvidemos, además, que tanto desde el Ministerio de la Salud de la Nación como desde los diversos ministerios provinciales, hay un enorme número de profesionales y equipos de salud mental que están trabajando con los pacientes afectados por el Coronavirus. Finalmente, en la conferencia de prensa a la que estamos aludiendo,  fue que sostuvo lo que indicamos más arriba, acerca de que lo angustiante es enfermarse o que un Estado no cuide a sus ciudadanos.

Todo esto parece no contarse entre las reflexiones de quienes se enquistaron en atribuir al Presidente de la Nación un presunto intento por abolir de facto la angustia en la población. También parecen olvidarse de la sentencia que reza que “el medio es el mensaje”, pues si no, habrían considerado a qué periodista (y de qué medio) le estaba respondiendo.

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Como aquel paciente que debió a esperar a que un analista le hable (y le recuerde) sus tempranas limitaciones respiratorias, Alberto Fernández también debió volver a enfatizar que el virus mata y que aún no hay una vacuna. Es decir, el Presidente de la Nación habla desde un realismo sin ingenuidad.

Esto es lo que pretende “saltear” la pregunta de la periodista Mercado, con la infaltable retórica neoliberal de deshistorizar los hechos, de quebrar la lógica de los acontecimientos y, de ese modo, promover una simplicidad argumental que raya con la incoherencia. Mercado omite, así, localizar que la cuarentena es –aun con sus consecuencias- parte de la solución, al menos transitoriamente.

Tampoco es ajeno a dicha retórica, sobre todo cuando hay un gobierno de orientación popular, poner en primer plano el rol del Estado prohibidor. En efecto, las medidas que adopta un Gobierno combinan una doble posición: la protección y la prohibición. En este caso, la cuarentena constituye una prohibición (de salir, por ejemplo) pero fundada en el otro rol del Estado, su función protectora. Por ello Mercado, y tantos otros, atacan a la cuarentena cual si estuviera desligada de la pandemia, pues de ese modo infunden en la opinión pública la creencia en que se trata de pura arbitrariedad populista, encienden el sentimiento de injusticia y arengan a una mortífera rebelión. Solo por ello, insisto, procuran desalojar de la mente de su audiencia que en el fondo de la prohibición hay una protección.

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Comencé aludiendo a la reacción de mis colegas psicoanalistas pues ellos, además de todo lo anterior, parecen haberse olvidado incluso de las hipótesis de Freud. Por ejemplo, han perdido de vista que tras el rechazo al cuidarse se esconde una perturbación de la propia autoconservación, perturbación que se orienta según el masoquismo, esto es, la necesidad de un castigo concretado a través del enfermarse. Todo psicoanalista sabe que allí Freud encontró una de las más severas resistencias a los empeños terapéuticos.

En tiempos de pandemia la autopreservación exige una renuncia a la satisfacción pulsional, que en este caso coincide con la cuarentena. Por el contrario, atacar la cuarentena, escondiendo además el deseo de los especuladores, se vale de la incitación a un tipo de satisfacción que, finalmente, no sería más que el vehículo hacia el sacrificio de miles de argentinos. Así, pues, lo dijo Freud: “no hay impresión más fuerte de las resistencias que la de una fuerza que se defiende por todos los medios contra la curación y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento”.

Por más obvio que a muchos nos parezca, vale insistir en el isomorfismo estrecho que existe entre la libertad de mercado y la angustia de Mercado.

 

(1) https://lapalabra-rojas.com/2020/04/19/retoricas-de-la-pandemia/

 

(*) Doctor en Psicología. Psicoanalista. Director de la Diplomatura en el Algoritmo David Liberman (UAI). Profesor Titular de la Maestría en Problemas y patologías del desvalimiento (UCES).

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