Nadie lo negó
OPINIÓN

Cuando aún estábamos padeciendo la mezcla de indiferencia y negligencia con que el gobierno de Larreta nos tuvo horas para poder anotar a nuestros adultos mayores en el sistema de vacunación, quedamos paralizados ante las declaraciones de Horacio Verbitsky sobre su conversación con Ginés González García.
Y digo “paralizados” pues preciso una palabra que englobe un conjunto de reacciones heterogéneas pero cuyos elementos comunes, al menos en principio, fueron el desconcierto, no entender sus razones y la inquietud por las posibles derivaciones políticas de lo relatado.
Traición, estrategia defensivo-ofensiva, narcisismo o algún tipo de confusión mental, fueron algunos de los núcleos interpretativos de la escena protagonizada por HV. Espanto ante lo que se le entrega en bandeja a la oposición y comparaciones de todo tipo con los estragos del gobierno macrista fueron también parte de la catarsis inevitable.
Debates sin conclusión posible sobre cómo ordenar los términos que anteceden y siguen al “pero” poblaron los noticieros. Algunos enfatizaron todo lo bueno que hizo GGG, “pero” esto es inadmisible, mientras otros invirtieron el orden: esto es inadmisible, “pero” y ahí se consigna el CV del ahora exministro.


La monótona indignación ante este tipo de sucesos, debo decir, nunca me cierra. Aquélla es la respuesta autocomplaciente de quien así se libera de sus falsas ignorancias, de su apatía cívica cotidiana.
La usina retórica neoliberal procedió, de inmediato, a invertir en lo único que gasta una moneda, el marketing de frases, y así se instaló la expresión “Vacunatorio VIP”. Lo cierto es que si tal cosa existió, el drama más amplio es que aun exista “important people”. Aquella sigla, cuyo origen nos lleva a la aristocracia rusa de las décadas del ’20 y ’30, tristemente no duele porque existan individuos así caracterizados (VIP), sino sólo cuando su consecuencia deviene ruidosa.
Se impone admitir que mientras nuestras rudimentarias autoestimas requieran o consientan atribuir “importancia” a un número de sujetos, por su dinero, su fama o sus influencias, nada cambiará en el mapa de los privilegios.
Hay congéneres con prestigios bien ganados, merecidos (y GGG está en la lista), por sus contribuciones, sus gestos éticos, sus generosidades, aunque ninguno de ellos supone que su autoridad se traduce en un derecho que sobresale por el de los demás mortales. “Nobleza obliga” es la antigua fórmula que nos recuerda que la posición impone más obligaciones que permisos.
También sabemos que la humana tendencia a dotar de privilegios y excepciones a algunos humanos, de este lado del antagonismo es un residuo filogenético aun no erradicado, mientras que el neoliberalismo hace de eso un sistema.
Esto último es un dato distintivo no menor, pero aun más importante, creo, es que ante un hecho como el mentado, nadie lo negó. Cuando gobernó el macrismo supimos de eventos muchísimo más graves que este, y jamás los reconocieron, jamás los admitieron e, incluso, los justificaron con cinismo e impunidad.
Y no se crea que se trata únicamente de una diferenciación moral, de esa clasificación que pretende dividir entre buenos y malos, entre puros e impuros. Más bien, se configura así una profunda distinción ética y subjetiva.
Freud explicó en qué consiste el juicio de existencia, un proceso de pensamiento que permite identificar si lo que tengo en mente se corresponde con los hechos o, a la inversa, si aquello que sucede en la realidad coincide con mis representaciones.
Se puede relativizar lo que ocurrió, se puede protestar enérgicamente frente a ello, se lo puede minimizar o no, se lo puede dimensionar en una historia más amplia o destacar como suceso puntual; pero, reitero, nadie lo negó, ni propios, ni ajenos.


En cambio, el macrismo agotó nuestras conciencias e injurió nuestros razonamientos en su innumerable costumbre de decir que ocurría lo que no ocurría y que no pasaba lo que sí pasaba.
Para concluir, digamos que hay dos “todos” posibles. De este lado del antagonismo, el todos es heterogéneo, se compone de voces disímiles, y por ello el debate y la crítica nunca se ausentan, no pueden no concurrir a la cita porque el juicio de existencia es insoslayable. Allí, la unidad se funda en la afinidad y la diferencia. Una y otra en simultáneo, estableciendo en un mismo acto la fragilidad y la potencia de la unidad.
En el neoliberalismo hay otro “todos”, en que la unidad se organiza en torno de la diferencia absoluta, en que cada quien es idéntico al otro en su dispersión, en su individualidad sin lazos.
Lo que contó HV fue un hecho injustificable, pero no niega que la recomposición del sistema de salud que desarrolló GGG “me incluyó a mí y a vos y a ellos”. En cambio, el sistema que implementó Larreta era “para mí o para vos o para él”.
Como sea, las fallas en la conjunción no son equivalentes a la perversidad de la disyunción.
(*) Doctor en Psicología. Psicoanalista. Director de la Diplomatura en el Algoritmo David Liberman (UAI).



